"Los creyentes no tienen una idea más justa de la religión de la que puedan tener los no creyentes: se imaginan que es suficiente arrodillarse en una iglesia o en un templo y recitar unas oraciones para sentir que están en presencia del Señor. Pues bien, no, sólo podemos sentir la presencia del Señor cuando nos hemos lavado interiormente. Un cristal en el que se ha acumulado el polvo y el hollín no deja pasar la luz del sol; de igual forma, un ser que no se ha liberado de sus impurezas no puede sentirse penetrado por la presencia divina.
Siempre hay un trabajo a hacer: mañana y tarde hay que pensar en esta limpieza. Analizando vuestros estados interiores, vuestros pensamientos y vuestros sentimientos, esforzándoos por dominarlos y orientarlos por la vía del bien, llegaréis a ser como un cristal transparente que deja pasar la luz celestial. Y entonces, sí, sentiréis la presencia del Señor."