"Jesús vino a revelar a los hombres que Dios es su Padre; pero en vez de reflexionar y de profundizar dentro de sí mismos para encontrar las huellas de esta filiación divina, los cristianos se quedan con una interpretación pueril. Se conducen como niños caprichosos, exigentes, inconsecuentes, y se imaginan que, hagan lo que hagan, Dios se mostrará indulgente y les perdonará sus faltas. Llegan ante Él embadurnados, cubiertos de barro, y creen que diciéndole: «Señor, he ido a chapotear en las ciénagas, pero sé que Tú eres bueno y misericordioso, perdóname, lo siento», ello bastará. Pues no, eso no basta, y el Señor les manda primero a que se laven.
¿Qué significa «lavarse»? Reparar los errores. Ese es el verdadero arrepentimiento que nos vuelve a llevar junto a Dios. Creer que Dios nos perdona simplemente porque es bueno, misericordioso, y porque tenemos fe, es una ilusión. Sólo somos perdonados si tomamos conciencia de nuestras faltas y si las reparamos."