"Todas las criaturas tienen un lenguaje, pero sólo el ser humano posee
la palabra, y para que esta palabra sea realmente rica de sentido, debe
llegar a ser la expresión del Verbo divino que sostiene, cura e ilumina.
Si tenéis este ideal, la primera regla para poder alcanzarlo, es
decidir no dejaros llevar más por maledicencias, calumnias o incluso
palabras vanas. Aprended a controlar vuestra lengua diciéndoos: «Si no
me controlo, nunca poseeré el verdadero poder del Verbo.»
¡Qué es lo que no decimos a lo largo de una jornada! Lanzamos críticas o
acusaciones, así como así, a la ligera, pensando que, si nos hemos
equivocado o si hemos ido demasiado lejos, no pasa nada, es fácil de
reparar. No, no sabemos el itinerario de una palabra, las regiones que
atraviesa y los daños que puede hacer si es violenta o engañosa. ¡Y no
nos imaginemos que vamos a poder reparar el daño causado por las
palabras, excusándonos o pagando algunos «daños y perjuicios»! Ante los
humanos, quizá podamos repararlo; pero ante las leyes cósmicas, nada
queda reparado, somos culpables."