Pensamiento del jueves 25 de junio de 2015.
"Igual que el sol distribuye su luz y su calor, Dios distribuye su amor
sobre todas las criaturas. Pero el hombre tiene el poder de aceptar o de
rechazar este amor. Así pues, aunque el amor de Dios es infinito, el
ser que se cierra a él no recibe nada, y todo sucede como si Dios no le
amase. Para Dios no cambia nada que los humanos le amen o no. Pero si no
le aman, son ellos mismos los que se privan de algo muy preciado:
puesto que se han parapetado, su amor no puede penetrar hasta ellos.
El Creador ha edificado el universo sobre unas leyes inmutables e
implacables. El que alimenta respecto a ellas pensamientos y
sentimientos de duda, de rebeldía, desprende unos vapores tan opacos que
impiden que los rayos del sol divino penetren en su corazón y en su
alma. Entonces, que no se extrañe si se siente en la oscuridad y el
frío."