"Para justificar unas palabras o unos gestos desgraciados, cuánta gente dice: «¡No sé lo que me pasó, perdí la cabeza!» Y esta explicación les basta. En realidad, lo que perdieron en ese momento fue la conexión con el mundo divino, esa conexión gracias a la cual todos los elementos, todas las actividades están dominadas, coordinadas y armonizadas. Y entonces, es cuando se produce el desorden, la desbandada, los gestos, las miradas y las palabras en todos los sentidos.
Si cortáis la conexión con el mundo divino, las células de vuestro organismo se enteran de que la cabeza, el jefe, ya no está ahí. A partir de ese momento no se sienten obligadas a respetar el orden y la armonía que habíais logrado introducir en vosotros, y se convierten en enemigos que os amenazan. Antes, eran sumisas, obedientes, pero ahora nada les retiene: estáis en la cama enfermo, o acumuláis errores y sufrís, y ellas se alegran diciendo: «Ah, ah, está muy bien, eso te enseñará a no abandonar el vínculo con el mundo de la luz.» Pero si recuperáis la cabeza, si restablecéis el vínculo, ellas se pondrán de nuevo a trabajar juntas armoniosamente."