"Cuando invitáis a alguien a pasar algunos días a vuestra casa, le preparáis un lugar. No os contentáis con decirle: «ven, ven» sin saber cómo vais a alojarle. ¡Y mucho más si se trata de recibir a un invitado de honor! Antes de enviarle una invitación, reflexionáis sobre la mejor forma de recibirle.
Imaginad que esperáis la visita de un príncipe: ¿le haréis pasar por una habitación sucia y desordenada?… Pues bien, que me perdonen los creyentes si les digo que quieren hacer con el Señor lo que ni siquiera se atreverían a hacer con sus vecinos. Le rezan: «Ven, Señor.» ¿Pero acaso le preparan un lugar adecuado en ellos, un enclave sagrado? No, le invitan a una leonera, a un montón de estiércol. Y después se sorprenden de que no sea el Señor quien viene, sino algunos diablos que, ellos sí, se encuentran muy bien en medio de impurezas."Fuente:
http://www.prosveta.com