Pensamiento del martes 13 de febrero de 2018.
"Cuando era un joven discípulo cerca del Maestro Peter Deunov, en Bulgaria, había notado en él una costumbre que me intrigaba. Hiciera lo que hiciera, siempre llegaba un momento en el que se detenía, cerraba los ojos y pronunciaba unas palabras. Entonces, como si se hubiera refugiado en otro mundo, su rostro expresaba algo extraordinariamente apacible y profundo.
Un día, por fin descifré cuales eran estas palabras: "Slava na Tébé, Gospodi", es decir "Gloria a Ti, Señor". Y pensé: si un gran Maestro, que siempre está tan estrechamente unido al Señor, tiene la necesidad de pronunciar su nombre y glorificarle varias veces al día, con más motivo debemos hacerlo nosotros. Y he querido imitarle. Durante el día, en cualquier lugar donde me encuentre, me he acostumbrado a repetir: "Slava na Tébé, Gospodi." Pensad en hacerlo vosotros también; decidlo en búlgaro o en francés, como queráis. Ya estéis en casa, en la calle, en el trabajo, deteneos un instante, pronunciad esas pocas palabras, sin que nadie os oiga, evidentemente, y muy pronto os sentiréis unidos a la Fuente divina de la vida.""Cuando era un joven discípulo cerca del Maestro Peter Deunov, en Bulgaria, había notado en él una costumbre que me intrigaba. Hiciera lo que hiciera, siempre llegaba un momento en el que se detenía, cerraba los ojos y pronunciaba unas palabras. Entonces, como si se hubiera refugiado en otro mundo, su rostro expresaba algo extraordinariamente apacible y profundo.
Fuente:
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