"Nos entristecemos, supuestamente, por la suerte de los que tienen desgracias y sufren, pero, la mayoría de las veces, algunos se las arreglan para sacar partido de estas desgracias. ¿Un comerciante quiebra? Muy bien, van a recuperar su clientela. ¿Dos países entran en guerra? Formidable, les venderán armas a uno y a otro, etc. Basta con observar a los humanos: su vida personal así como su vida colectiva, está llena de esta clase de cálculos.
Si muchas más personas se preocupasen verdaderamente del bienestar de sus semejantes, ¡cuántas mejoras llegarían a realizar! Pero se contentan con constatar el mal repitiendo: «¿Cómo es posible? ¿Por qué suceden cosas así? ¡Qué horror!» Pero a poco que las condiciones se presten para ello, esto no les impide arreglar sus asuntos a costa de los demás. Sí, se dice que la desgracia de unos es la dicha de otros, y ésta es la triste realidad. Por eso, en esta tierra, el mal tiene todavía de qué ocuparse y alegrarse."