"Algunos seres son tan prisioneros de su naturaleza inferior que ninguna influencia tiene poder sobre ellos, ni siquiera la de un Maestro espiritual. Le dirán: «Comprendo muy bien lo que me explica, estoy de acuerdo con usted, me gustaría mucho cambiar, pero no puedo.» Se dan perfectamente cuenta de que su conducta, sus gustos, no son muy recomendables, pero si no satisfacen sus necesidades, se sienten desgraciados. Después se sentirán más desgraciados todavía, por supuesto, pero eso es otro asunto.
No se trata pues de querer transformar a todos los seres, pero es importante mostrarles que la disciplina y la práctica espiritual tienen un sentido. Aunque todo eso siga siendo durante mucho tiempo un ideal muy lejano para ellos, es bueno que lo sepan. Si Cristo mismo se presentase, sin duda que miles de personas caerían de rodillas para glorificarle, pero seguirían siendo lo que son, incapaces de momento de cambiar de conducta. Aunque vuestro gato venga a maullar amablemente junto a vosotros, es inútil que le prediquéis el vegetarianismo: correrá siempre tras los ratones. Pero a ciertos «gatos» con los que nos encontramos en la vida, no es inútil mostrarles que podrían hacer algo mejor. Un día, no se sabe cuándo, comprenderán. "