"En el transcurso de los tiempos, las religiones se han parecido la mayoría de las veces a familias que se destrozan. No sólo han pretendido poseer la verdad excluyendo a los demás, es decir ser los únicos herederos legítimos del Padre celestial, sino que ¡cuántos conflictos e injusticias han generado en el interior de cada una de ellas! ¡Cómo si correspondiese a los humanos decretar quién es hijo de Dios y quién no lo es! Diréis que en nuestros días los hombres se han vuelto más tolerantes en materia de religión. Sí, y ¿por qué? Porque a menudo no les inspira más que indiferencia. En cuanto a aquellos que se dicen creyentes, no están demasiado dispuestos a dar pruebas de apertura y de comprensión.
El verdadero hijo de Dios es aquel que descubre y venera a Dios también en la religión de los demás. Ha comprendido que Dios está en el alma de todos los seres y que es ahí, en las almas, dónde debe buscarle. Por todas partes en el mundo existen seres que están realmente habitados por lo divino. Eso es lo que hay que sentir en ellos, en vez de preocuparse por la religión a la que pertenecen, porque allí donde se encuentren estos seres, Dios se encuentra también."