Pensamiento del miércoles 21 de septiembre de 2016.
"Incluso el más ignorante de los hombres sabe que la sangre es un líquido infinitamente precioso, y que aquél que pierde su sangre pierde también la vida. Mientras circula en el interior del cuerpo, la sangre está protegida como si estuviera en un recipiente cerrado. Desde el momento en que, por un motivo u otro, comienza a escapar del cuerpo, se evapora, como cualquier líquido; es decir que de esta sangre se exhalan partículas etéricas, que van a dispersarse por todo el espacio. Además, estas partículas están vivas, conservan algo de los elementos que hacen que la sangre sea portadora de vida. Por esto sirven de alimento a las entidades invisibles.
Esta propiedad que tiene la sangre de emanar unos efluvios de los que se alimentan entidades invisibles, es conocida desde la más remota antigüedad. Se dice de un herido que pierde su sangre. En efecto, él la pierde, pero como en realidad nada se pierde en el universo, siempre hay criaturas que vienen a alimentarse de las emanaciones que escapan de algunas gotas de sangre. Por ello, si perdéis sangre, no la dejéis secar – o no os libraréis de ellas – sin haberla consagrado a las entidades luminosas del mundo invisible. Ellas sabrán cómo utilizarla para su trabajo. "
"Incluso el más ignorante de los hombres sabe que la sangre es un líquido infinitamente precioso, y que aquél que pierde su sangre pierde también la vida. Mientras circula en el interior del cuerpo, la sangre está protegida como si estuviera en un recipiente cerrado. Desde el momento en que, por un motivo u otro, comienza a escapar del cuerpo, se evapora, como cualquier líquido; es decir que de esta sangre se exhalan partículas etéricas, que van a dispersarse por todo el espacio. Además, estas partículas están vivas, conservan algo de los elementos que hacen que la sangre sea portadora de vida. Por esto sirven de alimento a las entidades invisibles.
Esta propiedad que tiene la sangre de emanar unos efluvios de los que se alimentan entidades invisibles, es conocida desde la más remota antigüedad. Se dice de un herido que pierde su sangre. En efecto, él la pierde, pero como en realidad nada se pierde en el universo, siempre hay criaturas que vienen a alimentarse de las emanaciones que escapan de algunas gotas de sangre. Por ello, si perdéis sangre, no la dejéis secar – o no os libraréis de ellas – sin haberla consagrado a las entidades luminosas del mundo invisible. Ellas sabrán cómo utilizarla para su trabajo. "