"¿Es libre el hombre, o bien está sujeto al destino? Esta cuestión se discute desde hace milenios. El error está en creer que todos los individuos tienen que someterse a las mismas leyes. Aquellos que, como los animales, sólo obedecen a sus impulsos puramente instintivos, están sometidos inevitablemente a las leyes de la fatalidad; es su propia naturaleza la que ha creado para ellos esta fatalidad. Mientras que los que han adquirido el dominio de sus instintos, de sus pasiones, escapan a la fatalidad para entrar bajo la ley de la Providencia, de la gracia, donde conocen la luz y la libertad.
No hay que imaginarse que todo el mundo puede ser libre o que todo el mundo debe sufrir un destino inexorable. No, la libertad depende del grado de evolución. Según su manera de pensar, de sentir y de actuar, el ser humano cae en manos de la fatalidad o atrae las bendiciones de la Providencia. Así pues, en ciertos dominios, está atado, sometido al destino, y en otros puede escapar a él, es libre… hasta el día en que, después de mucho trabajo y de esfuerzo, dispondrá plenamente de su libertad."