"Cuando Jesús decía: «Mi Padre trabaja, y yo también trabajo», ¿qué quería hacernos comprender? Simplemente, que nosotros debemos también ponernos a trabajar. Pero en vez de eso, los humanos dejan que Jesús trabaje con su Padre, y ellos, por su parte, se ocupan en arreglar sus asuntos personales, sus intereses y sus distracciones.
Diréis: «¡Pero hay una distancia tan grande entre nosotros y Jesús! Él es el Hijo de Dios, es perfecto, ¡mientras que nosotros!... Es orgullo imaginarse que podemos hacer el mismo trabajo que él.» Bueno, pensad lo que queráis, pero debéis saber que Jesús, en cambio, pensaba de forma diferente. Puesto que decía también: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto», o aún: «Quién crea en mí hará las obras que yo hago, y aún mayores», es que sabía que el ser humano es capaz de las más grandes realizaciones. Pero los cristianos son unos perezosos. Aunque digan que es por humildad por lo que no se lanzan a la única actividad que vale realmente la pena: participar en el trabajo de Dios poniéndose a su servicio, en realidad, no se trata de humildad, ¡sino de pereza!"