"Interpretada desde un punto de vista espiritual, la simplicidad es la capacidad de unificar nuestra vida interior. Aquel que se deja atravesar por toda clase de pensamientos, de sentimientos o de deseos contradictorios, mantiene la oscuridad y el desorden en él. No debe extrañarse pues si, un día, ya no sabe ni dónde está.
¿De dónde le viene al diamante su brillo y su resistencia? De que no tiene mezclas, de que es carbono puro. Añadidle otro elemento y ya no será un diamante. Así pues, aquel que en vez de unificar su vida interior, indistintamente trata de probarlo todo, de tocarlo todo, de experimentarlo todo, se convierte en una especie de piedra opaca que se opone al paso de la luz. El verdadero discípulo debe dirigirse hacia una meta única, tener un único ideal, un único deseo, un único alimento – simbólicamente hablando –. Es esta unidad la que le dará la pureza, el brillo y la fuerza del diamante."