"Hay que reconocerlo: para la criatura humana, Dios es inconcebible. Pero como en su bondad, en su generosidad, Dios quiere manifestarse a ella, ha puesto por todas partes en la creación signos que permiten encontrarle. Sólo que los humanos no buscan estos signos, o más bien los tienen delante de los ojos, pero no los descifran. El resultado es, que incluso si los creyentes veneran a la Divinidad y le rinden culto, sigue siendo para ellos algo lejano, vago y abstracto.
Pero como a los humanos les resulta imposible vivir en abstracciones, la mayoría de las religiones han multiplicado las estatuas, las medallas, las cruces, las imágenes santas... toda clase de representaciones concretas, materiales de la Divinidad, hasta el punto de que la cosa llega a ser pueril, ridícula. Deben aprender a encontrar los signos que el Creador mismo ha puesto en la creación. Entre estos signos, el más esplendoroso es el sol. El día en que los humanos sepan mirar al sol para recibir su luz, su calor y su vida hasta lo más profundo de su ser, empezarán a sentir lo que es realmente la Divinidad."