Desde luego que la meditación puede ser un reto , y todavía más si no sabemos muy bien por qué lo hacemos. Puede parecer extraño sentarse y escuchar el incesante parloteo en nuestra cabeza, y fácilmente nos aburrimos si no hacemos nada durante un tiempo, aunque solo sean unos minutos. Podríamos buscar muchas razones, pero vamos a señalar unas cuantas resistencias mentales que encontramos habitualmente en la gente :
1. Estoy muy ocupado, no tengo tiempo. Lo cual puede ser cierto si se tienen niños pequeños y un trabajo a jornada completa, y todo lo que eso conlleva. Sin embargo estamos hablando de unos 10 minutos al día. Se pasa más tiempo leyendo el periódico o navegando sin rumbo por internet. Parece que no tenemos tiempo porque generalmente llenamos cada minuto de actividad y nunca apretamos el botón de pausa.
2. Encuentro muy incómodo estar sentado quieto mucho tiempo. Si estás tratando de practicar en el suelo con las piernas cruzadas, efectivamente se hará incómodo. Pero en lugar de eso puedes sentarte recto en una silla firme y cómoda. O puedes hacer meditación caminando, o yoga, o tai-chi. La meditación en movimiento puede ser tan beneficiosa como la práctica sentada.
3. Mi mente nunca deja de pensar: no puedo relajarme, no puedo meditar. Mi mente no se para, da vueltas todo el rato. Mis pensamientos me vuelven loca! Estoy tratando de escapar de mi mismo, no mirar adentro. ¿Suena familiar?
Efectivamente, tratar de parar los pensamientos es como tratar de detener el viento: es imposible. En la enseñanza oriental se describe la mente como un mono borracho mordido por un escorpión, pues igual que un mono salta de rama en rama, la mente salta de una cosa a otra, constantemente distraída y ocupada. De modo que cuando uno se sienta quieto y trata de aquietar la mente, se encuentra con toda esta agitación que parece insana. Realmente no es nada nuevo, solo que ahora uno se percata de ello, mientras que antes uno estaba inmerso en ello, sin percibir que el parloteo era tan constante.
Esta experiencia de ajetreo mental es muy normal. Alguien estimó una vez que en una sesión de 30 minutos de meditación podemos tener más de 300 pensamientos. Años de mente atareada, años de crear y mantener dramas, años de confusión o de mirarse el ombligo, hacen que la mente no sepa aquietarse. Más bien busca diversión. No es que uno pueda de repente apagarla cuando medita. Esta experiencia es algo muy habitual en los principiantes.
4. Hay demasiadas distracciones, hay mucho ruido. Ya pasaron los días en que podíamos irnos a una cueva y no tener interrupciones hasta que resurgíamos más tarde iluminados. En lugar de eso, tenemos que gestionar los ruidos y demandas del mundo alrededor. Pero no hay por qué dejar que nos dominen. ¿Que hay coches circulando? Bien. Deja que marchen, pero no te vayas con ellos. La tranquilidad que buscas está dentro, no fuera. La experiencia de quietud es acumulativa: Cuanto más te sientas, lentamente, la mente se hace más calmada, a pesar de cualquier distracción que pueda haber.
5. No veo resultados. Inevitablemente, aquí te tienes que fiar de los instructores. Algunas personas se percatan de los beneficios tras solo una sesión , pero la mayor parte de nosotros nos lleva más tiempo. Quizá notes la diferencia tras una semana o dos de práctica. Lo cual significa que tienes que confiar en el proceso lo suficiente como para mantenerte ahí, antes de comprobar los beneficios.
Recuerda que un músico necesita tocar durante horas para conseguir la nota correcta, y en Japón puede llevar 12 años aprender el arte de composición floral. Estar en calma sucede, pero puede llevar un tiempo hasta que llega el momento, de aquí que se necesita paciencia.
6. No valgo para esto, no lo hago bien. Realmente, es imposible hacer mal la práctica. Lo haces bien incluso si se sientas por 20 minutos y no paras de tener pensamientos disparatados. No hay valoración de correcto o equivocado, y no hay un camino único. Se dice que hay tantas formas de meditación como personas que la practican. De modo que todo lo que necesitas es encontrar la manera que funcione para ti y ser constante.
Lo que importa es que te lleves bien con la meditación. No es útil que te te propongas meditar y luego te sientas culpable porque no encontraste tiempo o solo hiciste 10 minutos, cuando pretendías hacer 30. Es más realista practicar un tiempo breve y disfrutar, que sentarte apretando los dientes por obligación. La meditación es una compañía amable a lo largo de la vida, como un viejo amigo al que recurres cuando necesitas apoyo, inspiración y claridad. Es para disfrutar.
7. Son cosas extrañas de la Nueva Era. Desde luego que es fácil perderse en las promesas de eterna felicidad de la Nueva Era, pero la meditación es una práctica muy antigua. Hace más de 2500 años, el Buda fue un meditador experimentado, que probó muchos caminos para conseguir la paz mental. Y ese es solo un ejemplo. Cada religión tiene su propias variaciones sobre el asunto, y todas se remontan siglos atrás. De modo que no hay nada nuevo ni raro.
En otras palabras, meditar no es forzar la mente a estar quieta. Más bien se trata de dejar marchar las resistencias, o lo que pueda aparecer: dudas, miedo, deseos, preocupaciones, sentimientos de inadecuación, dramas sin fin,… Cada vez que uno se encuentra con la mente dispersa, fantaseando, recordando o planificando, se da cuenta y regresa al ahora, al momento presente. Todo lo que se necesita es prestar atención y estar con lo que es. Nada más
Traducido y adaptado del blog de E&D Shapiro
http://hermandadblanca.org
1 mayo, 2015