Pensamiento del Sábado 4 de marzo de 2017.
"En el terreno político, económico, cuando las personas apelan a la unidad, se trata casi siempre de acuerdos basados en intereses egoístas, algo parecido a lo que hacen los bandidos que se unen para cometer asaltos. Evidentemente, esta no es la verdadera unidad, pero es así como se la comprende: unirse para echarse sobre alguien para despojarle o incluso aniquilarle. Cuando los ciudadanos de un país dicen: «¡Unámonos!» y esta unión sólo tiene por objeto luchar contra el país vecino y no para entenderse con él, no se puede hablar realmente de unidad.
La verdadera unidad debe ser siempre lo más amplia posible. Si, en el cuerpo, un órgano realiza la unidad para él mismo sin trabajar en armonía con los demás, puede que se sienta bien, pero los otros sufrirán y la unidad estará en peligro. Cuando hablamos de unidad, sobreentendemos una unidad universal, cósmica, de la cual nada ni nadie queda excluido. Pero esta unidad debe primero realizarse en nosotros mismos: todas nuestras células, todas nuestras tendencias unidas para tender hacia Dios. Este esfuerzo que hacemos se reflejará en las demás unidades, los humanos, y todas esas pequeñas unidades diseminadas formarán, al unirse, una unidad universal."
"En el terreno político, económico, cuando las personas apelan a la unidad, se trata casi siempre de acuerdos basados en intereses egoístas, algo parecido a lo que hacen los bandidos que se unen para cometer asaltos. Evidentemente, esta no es la verdadera unidad, pero es así como se la comprende: unirse para echarse sobre alguien para despojarle o incluso aniquilarle. Cuando los ciudadanos de un país dicen: «¡Unámonos!» y esta unión sólo tiene por objeto luchar contra el país vecino y no para entenderse con él, no se puede hablar realmente de unidad.
La verdadera unidad debe ser siempre lo más amplia posible. Si, en el cuerpo, un órgano realiza la unidad para él mismo sin trabajar en armonía con los demás, puede que se sienta bien, pero los otros sufrirán y la unidad estará en peligro. Cuando hablamos de unidad, sobreentendemos una unidad universal, cósmica, de la cual nada ni nadie queda excluido. Pero esta unidad debe primero realizarse en nosotros mismos: todas nuestras células, todas nuestras tendencias unidas para tender hacia Dios. Este esfuerzo que hacemos se reflejará en las demás unidades, los humanos, y todas esas pequeñas unidades diseminadas formarán, al unirse, una unidad universal."