Pensamiento del Sábado 11 de marzo de 2017.
"Supongamos que es invierno y que entro en una casa donde todo está cerrado: las puertas, las ventanas… Y reina dentro un olor nauseabundo porque, para tener más calor, han metido también a los animales en el interior: no sólo el gato y el perro, sino además el caballo y el cerdo… Permaneciendo en esa atmósfera recluida, los ocupantes están completamente anestesiados y ya no sienten nada. Si tengo que explicarles ahora que viven en condiciones malsanas, provocaré discusiones interminables y perderé el tiempo. Así pues, empleo otro método: les invito a salir para dar un paseo conmigo.
Salimos al aire puro durante media hora, una hora, y después volvemos a casa. Nada más abrir la puerta, son ellos mismos los que protestan y se preguntan cómo han podido vivir en ese aire viciado… es decir −puesto que esta pequeña historia es evidentemente simbólica–, con unos puntos de vista tan estrechos o erróneos. Sin que les haya explicado nada, son ellos mismos los que comprenden porque inmediatamente sienten la diferencia y comparan. Quizá, en el momento en que salieron, no se dieron demasiada cuenta de lo maravilloso que es respirar el aire puro, ¡pero a la vuelta, cuando se asfixian, comprenden! Y esto es lo que me esfuerzo en hacer con vosotros: cuando os hablo, os llevo durante un momento a las regiones donde respiráis el aire puro, a fin de que a la vuelta os decidáis a abandonar una filosofía en la que os estáis ahogando."
"Supongamos que es invierno y que entro en una casa donde todo está cerrado: las puertas, las ventanas… Y reina dentro un olor nauseabundo porque, para tener más calor, han metido también a los animales en el interior: no sólo el gato y el perro, sino además el caballo y el cerdo… Permaneciendo en esa atmósfera recluida, los ocupantes están completamente anestesiados y ya no sienten nada. Si tengo que explicarles ahora que viven en condiciones malsanas, provocaré discusiones interminables y perderé el tiempo. Así pues, empleo otro método: les invito a salir para dar un paseo conmigo.
Salimos al aire puro durante media hora, una hora, y después volvemos a casa. Nada más abrir la puerta, son ellos mismos los que protestan y se preguntan cómo han podido vivir en ese aire viciado… es decir −puesto que esta pequeña historia es evidentemente simbólica–, con unos puntos de vista tan estrechos o erróneos. Sin que les haya explicado nada, son ellos mismos los que comprenden porque inmediatamente sienten la diferencia y comparan. Quizá, en el momento en que salieron, no se dieron demasiada cuenta de lo maravilloso que es respirar el aire puro, ¡pero a la vuelta, cuando se asfixian, comprenden! Y esto es lo que me esfuerzo en hacer con vosotros: cuando os hablo, os llevo durante un momento a las regiones donde respiráis el aire puro, a fin de que a la vuelta os decidáis a abandonar una filosofía en la que os estáis ahogando."