"Nos extraña ver el número de personas que se creen investidos de una misión grandiosa. Según ellos, Dios les ha escogido para salvar a su país, o incluso a la tierra entera, para combatir a los herejes, etc. Sí, desgraciadamente, muchos están dispuestos para asumir misiones imaginarias, mientras que hay muchos menos candidatos para asumir su verdadera misión.
Preguntaréis: «¿Y cuál es esta verdadera misión?» La que Jesús les dio a todos los humanos cuando dijo: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.» Sí, no son solamente los cristianos los que tienen esta misión que cumplir, sino todos los hombres y las mujeres de la tierra. Trabajar sobre sí mismos teniendo ante los ojos esta meta lejana, la perfección de su Padre celestial, es también una misión grandiosa, pero que exige al mismo tiempo una inmensa modestia. Cómo en una sola existencia no podrán llegar a conseguirlo, deberán evidentemente reencarnarse para continuar este trabajo. Es de esta manera como el Reino de Dios puede venir un día a la tierra: con el trabajo paciente, sostenido, que todos los humanos decidan emprender sobre sí mismos, y no con las iniciativas de algunos que se imaginan que el Cielo les ha confiado una misión especial."