Pensamiento del martes 7 de junio de 2022.
"Érase una vez un muchacho que buscaba a un Maestro que le enseñase cómo encontrar a Dios. Caminó a través del bosque hasta el día en que llegó ante la gruta de un viejo ermitaño. Le dijo que quería ser su discípulo, y el ermitaño aceptó que se instalase junto a él. A las preguntas que le hacía, el Maestro no le daba sino breves respuestas y le daba ejercicios muy sencillos a realizar. Pero el discípulo no estaba satisfecho y acosaba a su Maestro con preguntas para encontrar a Dios. Un día, que hacía calor y que andaban por el borde de un río, el Maestro dijo:
“Detengámonos para beber”, y se tendieron para tomar el agua con sus manos. De repente, el Maestro cogió al discípulo por la cabeza y se la sumergió bajo el agua, manteniéndole así durante unos segundos. Después le soltó. El discípulo, recobrando el aliento miró a su Maestro con estupefacción. – ¿En qué pensaste, preguntó el Maestro, mientras tenías la cabeza bajo el agua? – En el aire.
Quería respirar. – Muy bien, dijo el Maestro, si quieres encontrar a Dios debes pensar en Él de esta manera. Y yo os digo a vosotros también: cuando recéis, pensad en Dios con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma, y en ninguna otra cosa, como aquél muchacho que con la cabeza bajo el agua, no deseaba más que una única cosa: respirar..."