Pensamiento del jueves 13 de abril de 2017.
"La hostia, que el cristiano recibe en misa en el momento de la comunión, tiene como función recordar el pan que Jesús, durante la última cena, repartió entre sus discípulos diciendo: «Tomad y comed, que éste es mi cuerpo.» Como la hostia tiene, aproximadamente, la misma composición que el pan, materialmente no aporta más que un pequeñísimo bocado de pan, pero ha recibido una función simbólica: representa el cuerpo de Cristo. El sacerdote, con su bendición, transmite a esta hostia energías espirituales, y el fiel que la recibe debe, por su parte, impregnarse de su significado sagrado.
Por tanto, en definitiva, ¿no es el fiel quién interpreta el papel más importante? Es él quien, con su actitud interior, puede borrar lo que ha aportado la bendición del sacerdote, o por el contrario reforzarlo por el respeto y la consideración que otorga a la hostia."
"La hostia, que el cristiano recibe en misa en el momento de la comunión, tiene como función recordar el pan que Jesús, durante la última cena, repartió entre sus discípulos diciendo: «Tomad y comed, que éste es mi cuerpo.» Como la hostia tiene, aproximadamente, la misma composición que el pan, materialmente no aporta más que un pequeñísimo bocado de pan, pero ha recibido una función simbólica: representa el cuerpo de Cristo. El sacerdote, con su bendición, transmite a esta hostia energías espirituales, y el fiel que la recibe debe, por su parte, impregnarse de su significado sagrado.
Por tanto, en definitiva, ¿no es el fiel quién interpreta el papel más importante? Es él quien, con su actitud interior, puede borrar lo que ha aportado la bendición del sacerdote, o por el contrario reforzarlo por el respeto y la consideración que otorga a la hostia."