"Educar a un niño no consiste únicamente en sermonearle, en darle órdenes y en castigarle cuando desobedece. Para ser buenos educadores, los adultos deben pensar en todas las cualidades y las virtudes que están enterradas en su alma y en su espíritu, concentrarse en la chispa divina que habita en él, y dar a esta chispa todas las condiciones para manifestarse; es así como este niño desarrollará más tarde los gérmenes magníficos que habremos promovido en él.
Y puesto que un niño no comprende siempre lo que le decimos, ni porqué se lo decimos, hay que saber también dirigirse a su subconsciente. Por ejemplo, cuando ya se ha dormido, sus padres, o las personas que se ocupan de él, pueden ponerse cerca de su cama y, acariciándole suavemente, sin despertarle, hablarle de todo lo bueno que anhelan para él. De esta forma ponen en la profundidad de su ser elementos preciosos que, cuando años después se revelen, le protegerán de muchos errores y peligros."
Y puesto que un niño no comprende siempre lo que le decimos, ni porqué se lo decimos, hay que saber también dirigirse a su subconsciente. Por ejemplo, cuando ya se ha dormido, sus padres, o las personas que se ocupan de él, pueden ponerse cerca de su cama y, acariciándole suavemente, sin despertarle, hablarle de todo lo bueno que anhelan para él. De esta forma ponen en la profundidad de su ser elementos preciosos que, cuando años después se revelen, le protegerán de muchos errores y peligros."