Pensamiento del martes 16 de marzo de 2021.
"De vez en cuando preguntaros: “Veamos, ¿crees qué estás en lo cierto, que tus pensamientos, tus sentimientos y tus actos son irreprochables? ¿Dónde está la prueba de que eres tan perfecto? ¿Es tu intelecto claro, límpido, lúcido? ¿Está tu corazón lleno de amor para con el Creador y las criaturas? ¿Es tu voluntad tan poderosa que nadie puede detenerte en la realización de tu ideal?” Si sois sinceros os veréis obligados a admitir que vuestro intelecto no comprende gran cosa, que vuestro corazón está agitado por pasiones contradictorias, y que vuestra voluntad es indecisa en todos los sentidos. Entonces ¿cómo podéis creer que estáis en el buen camino? Hay criterios, pero ¿quién quiere conocerlos?Un hombre ha malgastado su vida, es desgraciado, está enfermo, amargado, sin amigos, sin dinero, pero no importa, ¡su filosofía es impecable! ¿Y quien lo dice? Él mismo, evidentemente. Pues bien, no es él quien debe pronunciarse, son las circunstancias, los acontecimientos. Quienes se ven sumergidos sin cesar en problemas insolubles, deben concluir de ello que su filosofía no es la adecuada y que sería deseable cambiarla."
"De vez en cuando preguntaros: “Veamos, ¿crees qué estás en lo cierto, que tus pensamientos, tus sentimientos y tus actos son irreprochables? ¿Dónde está la prueba de que eres tan perfecto? ¿Es tu intelecto claro, límpido, lúcido? ¿Está tu corazón lleno de amor para con el Creador y las criaturas? ¿Es tu voluntad tan poderosa que nadie puede detenerte en la realización de tu ideal?” Si sois sinceros os veréis obligados a admitir que vuestro intelecto no comprende gran cosa, que vuestro corazón está agitado por pasiones contradictorias, y que vuestra voluntad es indecisa en todos los sentidos. Entonces ¿cómo podéis creer que estáis en el buen camino? Hay criterios, pero ¿quién quiere conocerlos?Un hombre ha malgastado su vida, es desgraciado, está enfermo, amargado, sin amigos, sin dinero, pero no importa, ¡su filosofía es impecable! ¿Y quien lo dice? Él mismo, evidentemente. Pues bien, no es él quien debe pronunciarse, son las circunstancias, los acontecimientos. Quienes se ven sumergidos sin cesar en problemas insolubles, deben concluir de ello que su filosofía no es la adecuada y que sería deseable cambiarla."