Pensamiento del miércoles 6 de julio de 2016.
"Un cuerpo humano es comparable a un texto compuesto en el taller de un impresor. En la época en que se utilizaban todavía caracteres de plomo, las letras estaban alineadas en diferentes cajones, el impresor las cogía para juntarlas formando palabras, frases… y de ello salía una novela, unos poemas. Y los textos así compuestos se reproducían después en centenas o miles de ejemplares.
De manera análoga, un cuerpo humano es un libro compuesto a partir de «caracteres», es decir de partículas que provienen de los cuatro elementos, de todos los reinos de la naturaleza. Según su grado de evolución, el alma que habita ese cuerpo hace de él un libro magnífico, o mediocre, o francamente malo que, por todas partes donde pasa, deja sus huellas, como tantos otros ejemplares de sí mismo. Después, un día, las letras de ese libro se separan y retornan a la tierra, al agua, al aíre o al fuego de dónde habían venido. Ya no queda nada del cuerpo. Pero el alma que lo habitó está viva, y se va a escribir otros textos en otras regiones del espacio. Llamamos muerte a la descomposición de un texto compuesto anteriormente y que será más tarde recompuesto de nuevo. Hablar de muerte no es más que una convención, y ¡cuántas veces, cada uno de nosotros ha vivido ya este tránsito!"
"Un cuerpo humano es comparable a un texto compuesto en el taller de un impresor. En la época en que se utilizaban todavía caracteres de plomo, las letras estaban alineadas en diferentes cajones, el impresor las cogía para juntarlas formando palabras, frases… y de ello salía una novela, unos poemas. Y los textos así compuestos se reproducían después en centenas o miles de ejemplares.
De manera análoga, un cuerpo humano es un libro compuesto a partir de «caracteres», es decir de partículas que provienen de los cuatro elementos, de todos los reinos de la naturaleza. Según su grado de evolución, el alma que habita ese cuerpo hace de él un libro magnífico, o mediocre, o francamente malo que, por todas partes donde pasa, deja sus huellas, como tantos otros ejemplares de sí mismo. Después, un día, las letras de ese libro se separan y retornan a la tierra, al agua, al aíre o al fuego de dónde habían venido. Ya no queda nada del cuerpo. Pero el alma que lo habitó está viva, y se va a escribir otros textos en otras regiones del espacio. Llamamos muerte a la descomposición de un texto compuesto anteriormente y que será más tarde recompuesto de nuevo. Hablar de muerte no es más que una convención, y ¡cuántas veces, cada uno de nosotros ha vivido ya este tránsito!"