22 de julio de 2025 - 23:18

TEHERÁN – Durante décadas, el Estrecho de Ormuz ha seguido siendo uno de los puntos de estrangulamiento geopolítico más sensibles del mundo. Esta estrecha vía fluvial, que une el Golfo Pérsico con el Mar de Omán y se extiende más allá hasta aguas internacionales, sirve no sólo como una arteria importante para los flujos energéticos globales sino también como un punto de conflicto para la dinámica de seguridad regional e internacional.
Según EE.UU. Según la Administración de Información Energética (EIA), más de 20 millones de barriles de petróleo crudo pasan por el estrecho cada día, lo que representa aproximadamente una quinta parte del comercio mundial de petróleo. También es un conducto clave para los envíos de gas natural licuado (GNL), lo que aumenta aún más su importancia estratégica.
Sin embargo, la importancia de Ormuz trasciende los flujos de petróleo. A medida que aumentan las tensiones entre Irán y las potencias alineadas con Occidente —en particular con las continuas actividades militares israelíes dirigidas contra activos iraníes en Siria, Líbano e incluso dentro del propio territorio iraní, junto con el fortalecimiento militar estadounidense en la región—, Teherán ha advertido constantemente que ningún acto de agresión quedará sin respuesta. Una de las opciones estratégicas citadas con frecuencia en los canales oficiales y no oficiales es la capacidad de Irán de interrumpir o suspender el tráfico marítimo a través del Estrecho de Ormuz como parte de una respuesta de disuasión o represalia calibrada.
Contrariamente a algunas representaciones en los medios occidentales, Irán no es un Estado frágil ni un actor de milicia poco organizado. Es una nación soberana de más de 89 millones de habitantes con una vasta extensión territorial, más de cuatro décadas de resiliencia institucional posrevolucionaria y una industria de defensa indígena cada vez más sofisticada. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Irán posee uno de los programas de misiles más sólidos de la región, con alcances operativos superiores a los 2.000 kilómetros. La Armada del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) ha desarrollado capacidades navales asimétricas —incluidas naves de ataque rápido, minas marinas y sistemas de misiles costeros— que permiten a Irán disputar la superioridad marítima en el Golfo Pérsico.
La doctrina militar de Irán se centra en el concepto de “defensa activa”—, un compromiso de evitar iniciar una guerra manteniendo al mismo tiempo la capacidad de dar una respuesta rápida, multicapa y proporcionada a la agresión. Este principio tiene sus raíces en la experiencia histórica, especialmente en la guerra entre Irán e Irak (1980–1988), en la que Irán repelió una invasión a gran escala con un apoyo internacional mínimo y, en última instancia, preservó su integridad territorial a pesar de las enormes bajas y las dificultades económicas.
Las amenazas de Irán de interrumpir el tráfico a través del Estrecho de Ormuz no deben descartarse como una política arriesgada e irracional. En la literatura estratégica, el uso de puntos de estrangulamiento geopolíticos como palanca es una herramienta disuasoria reconocida y a menudo utilizada. Teherán ha declarado repetidamente que cumplirá sus compromisos internacionales siempre que se respeten su soberanía y sus derechos según el derecho internacional. Sin embargo, ante un ataque militar directo de Estados Unidos, Israel u otros actores, Irán puede recurrir a medidas asimétricas —de las cuales Ormuz sigue siendo un nodo central— para cambiar la ecuación estratégica.
Desde un punto de vista jurídico, el derecho a restringir o suspender el paso inocente a través de aguas territoriales está reconocido en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS). El artículo 25 de la convención permite a los estados costeros regular el tránsito por razones de seguridad, mientras que el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas afirma explícitamente el derecho a la legítima defensa en caso de ataque armado. Por lo tanto, cualquier medida iraní para limitar el paso por Ormuz en respuesta a una incursión militar extranjera podría interpretarse no como una violación de las normas internacionales sino como un acto legal de autodefensa colectiva.
Es importante destacar que Irán no necesita una acción cinética a gran escala para interrumpir el transporte marítimo a través del estrecho. Incluso el indicio de hostilidades o una escaramuza limitada en los alrededores puede provocar que las primas de seguros aumenten, desviar el tráfico de carga y hacer que los precios del petróleo se disparen. Por ejemplo, tras los ataques a dos petroleros cerca del estrecho en 2019, los precios mundiales del crudo aumentaron más del 10%, según evaluaciones del Banco Mundial.
Una interrupción del tráfico a través del Estrecho de Ormuz tendría ramificaciones inmediatas para los principales importadores de energía. Países como China, India, Corea del Sur y Japón dependen en gran medida del petróleo crudo que transita por el estrecho. Incluso países exportadores de petróleo como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait sufrirían pérdidas significativas, ya que sus exportaciones marítimas dependen predominantemente del acceso a través de Ormuz. Los efectos dominó llegarían a las líneas navieras mundiales, a los proveedores de seguros y a los mercados financieros internacionales, cada uno de ellos muy vulnerable a las interrupciones en el flujo marítimo.
Más allá de la economía, el cierre o militarización del Estrecho de Ormuz pondría de relieve las alianzas regionales existentes. Actualmente, Estados Unidos mantiene bases militares en Qatar, Bahréin, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos. En caso de una escalada importante, puede aumentar la presión política interna dentro de estos países anfitriones para reevaluar su alineación o, al menos, exigir una postura más neutral. Una intervención militar estadounidense a gran escala para reabrir por la fuerza el estrecho aumentaría drásticamente el riesgo de un conflicto en toda la región —un resultado que pocas partes interesadas, si es que hay alguna, acogerían con agrado en medio de la actual inestabilidad económica mundial.
También vale la pena señalar que Irán ha propuesto en varias ocasiones iniciativas de cooperación regional destinadas a reducir las tensiones y fomentar la seguridad colectiva. El más notable de ellos es el Esfuerzo de Paz de Ormuz (HOPE), introducido por Teherán como marco para la seguridad del Golfo Pérsico basado en la no agresión, el respeto mutuo y la exclusión de potencias militares extranjeras. Sin embargo, estas propuestas a menudo han quedado al margen, ya que las operaciones de sabotaje israelíes, los asesinatos selectivos y los ataques clandestinos contra intereses iraníes han continuado sin cesar, con el apoyo tácito de Occidente o el silencio.
En este contexto, el mensaje de disuasión de Irán —incluida la amenaza creíble de cerrar o perturbar Ormuz— no está impulsado por el aventurerismo sino por una conciencia calculada de su influencia estratégica. La República Islámica no es un actor deshonesto; es un Estado estructurado con profundidad institucional, apoyo popular y una postura disuasoria en evolución diseñada para aumentar el costo de la agresión. Sus adversarios no deben asumir que los ataques aéreos selectivos, las operaciones encubiertas o la guerra económica quedarán sin respuesta. Cualquier ataque directo al territorio iraní —ya sea a través de ataques por delegación israelíes o de una campaña abierta de Estados Unidos— corre el riesgo de desencadenar una serie de respuestas asimétricas, siendo el Estrecho de Ormuz uno de los teatros más importantes.
En conclusión, la comunidad internacional debe reconocer que la seguridad no es una vía de sentido único. Ninguna nación, independientemente de su poder, puede esperar inmunidad ante las consecuencias cuando viola la soberanía de otra. El Estrecho de Ormuz sigue siendo no sólo un canal vital para el mercado energético mundial sino también un símbolo de la profundidad estratégica de Irán. Si la integridad territorial o la soberanía política de Irán son atacadas, las repercusiones repercutirán mucho más allá de sus fronteras— y ninguna vía fluvial, por esencial que sea, permanecerá intacta.
Fuente:https://www.tehrantimes.com/news/515967/Strait-of-Hormuz-and-the-strategic-calculus-of-Iran-s-deterrence