Pensamiento del domingo 11 de septiembre de 2022.
"Hay un cuento búlgaro llamado Zar Troïan. Es la historia de un rey que, una mañana, al despertarse, descubrió que tenía orejas de chivo. A partir de ese día, por supuesto, hizo todo por ocultarlas, y nadie supo nada, excepto su barbero que le afeitaba todos los días y que había prometido no decir nada. Pero no le era fácil guardar un secreto semejante, y un día, no pudiendo soportarlo más, se fue al bosque, se acostó y confió su secreto a la tierra: “El Zar Troïan tiene orejas de chivo...”
Finalmente, aliviado, volvió a su casa. Algún tiempo más tarde, un árbol creció. Este árbol era extraño; los niños fabricaban silbatos con la madera de las ramas, pero cuando silbaban, entendían estas palabras: “¡El Zar Troïan tiene orejas de chivo!” El rey terminó por enterarse; llamó al barbero, que intentó disculparse diciendo que solo había confiado ese secreto a la tierra. Sí, sin duda, pero no era necesario decir nada a la tierra.
Este cuento iniciático, es el que reencontramos en Grecia en la leyenda del rey Midas que tenía las orejas de un asno. Muestra que todo se graba y se transmite. También decimos que las paredes oyen... Cada pensamiento, cada sentimiento se graba primero en vosotros mismos, pero también en todo lo que os rodea, y puede por tanto un día ser conocido por todos."