"La decisión de cambiar de vida se parece mucho a la decisión de ayunar: se comienza sintiéndose muy mal. Las palpitaciones, los dolores de cabeza, los calambres, los vértigos que ocasiona el ayuno en aquel que nunca ha ayunado veinticuatro horas en su vida, es lo que empieza sintiendo –hablando simbólicamente– aquél que ha decidido abrazar la vida espiritual Entonces, ¿qué hacer? ¿Dejarlo? Gracias al ayuno, el organismo se siente un poco más libre, se ha decidido a declarar la guerra a todas las impurezas acumuladas desde hace mucho tiempo, y eso no puede producirse sin ciertas molestias primero. Aquél que es capaz de soportar un tiempo los inconvenientes del ayuno, se da cuenta que desaparecen bastante deprisa, dejando espacio a un sentimiento de apaciguamiento, de bienestar que se proyecta después sobre su salud física y psíquica.
Y lo mismo sucede con aquél que ha decidido transformar su vida: entra en un mundo de vibraciones y de corrientes más puros, más intensos, a los que no está acostumbrado, y puede sentirse al principio perturbado. Pero si se muestra paciente, constatará qué purificación, qué alivio y qué claridad se producen en él. "
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