Pensamiento del domingo 25 de diciembre de 2016.
"Cada año, el 25 de diciembre, la cristiandad celebra el nacimiento de Jesús, y en todas las iglesias se prepara un pesebre. El niño está ahí, acostado sobre la paja, María y José cuidan de él, y también un asno y un buey. ¡Nunca se olvidan del asno, y del buey! Pero estos dos animales son símbolos que hay que interpretar; corresponden a procesos que se desarrollan en el mismo ser humano. El establo, es el cuerpo físico, y el buey la fuerza sexual. En cuanto al asno, representa lo que la tradición llama el viejo Adán, egocéntrico, testarudo, terco, pero buen servidor, es decir la naturaleza inferior, la personalidad.
El ser humano que decide trabajar para hacer nacer el Cristo en él, empieza por entrar en conflicto con las fuerzas de su naturaleza inferior y de su sexualidad. Debe dominarlas y ponerlas al servicio del Niño divino. Por eso se dice que, en el establo, el buey y el asno soplaban sobre el niño y le calentaban con su aliento... Así pues, cuando el ser humano logra transmutar los instintos representados en él por el asno y el buey, estos vienen a calentar y a servir al niño recién nacido. Todos aquellos que han logrado el nacimiento del Cristo en ellos, serán sostenidos por las fuerzas de su naturaleza inferior y de su sexualidad, porque estás son unas fuerzas extraordinariamente benéficas a condición de saber ponerlas a trabajar."
"Cada año, el 25 de diciembre, la cristiandad celebra el nacimiento de Jesús, y en todas las iglesias se prepara un pesebre. El niño está ahí, acostado sobre la paja, María y José cuidan de él, y también un asno y un buey. ¡Nunca se olvidan del asno, y del buey! Pero estos dos animales son símbolos que hay que interpretar; corresponden a procesos que se desarrollan en el mismo ser humano. El establo, es el cuerpo físico, y el buey la fuerza sexual. En cuanto al asno, representa lo que la tradición llama el viejo Adán, egocéntrico, testarudo, terco, pero buen servidor, es decir la naturaleza inferior, la personalidad.
El ser humano que decide trabajar para hacer nacer el Cristo en él, empieza por entrar en conflicto con las fuerzas de su naturaleza inferior y de su sexualidad. Debe dominarlas y ponerlas al servicio del Niño divino. Por eso se dice que, en el establo, el buey y el asno soplaban sobre el niño y le calentaban con su aliento... Así pues, cuando el ser humano logra transmutar los instintos representados en él por el asno y el buey, estos vienen a calentar y a servir al niño recién nacido. Todos aquellos que han logrado el nacimiento del Cristo en ellos, serán sostenidos por las fuerzas de su naturaleza inferior y de su sexualidad, porque estás son unas fuerzas extraordinariamente benéficas a condición de saber ponerlas a trabajar."