"En la naturaleza, el corazón está representado por los océanos. La naturaleza ofrece su corazón, lo expone al sol y dice: “Mi Señor, te doy mi corazón, mi sangre. Sírvete de él para que las plantas, los animales y los hombres puedan vivir en la abundancia.” El sol toma una parte de esa sangre, la eleva, la llena de dones espirituales, y cuando retorna a la tierra, todos los seres se benefician de ella y se regocijan.
El Iniciado repite en sí mismo ese don del océano al sol, y abre su corazón ante el Creador diciéndole: “Yo te lo doy.” Esta oración ardiente, este sacrificio realizado en el corazón del hombre, es semejante al que se produce en la naturaleza. Gracias a la sublimación de su amor, de su sangre, el hombre se encuentra con el sol, Dios mismo, y este encuentro le enriquece con nuevas y divinas esencias que se propagan por todo su ser."
Fuente:
http://www.prosveta.com
01 de agosto del 2020