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****Fortaleza fracturada: Israel desmoronándose desde dentro****

 Por Shahrokh Saei 

21 de diciembre de 2025 - 17:23

TEHERÁN – Israel a menudo se presenta como una fortaleza regional, con sus militares activos desde Gaza hasta Líbano, Siria y Yemen, y en enfrentamientos vinculados a Irán. Desde fuera, parece intocable, disciplinado y en control. Pero una mirada más cercana revela que las paredes se están agrietando. Cada ataque, cada campaña es como un golpe de martillo contra el mundo, pero los mismos golpes resuenan en el interior, sacudiendo al propio Israel. Cuanto más depende Israel de la fuerza, más se debilitan los cimientos que hay debajo de ella.

La guerra en Gaza ha hecho que esta contradicción sea imposible de ignorar. Israel ha vertido un poder militar extraordinario en el enclave, convencido de que una fuerza abrumadora destruiría a Hamás y restablecería la disuasión. Sin embargo, después de más de dos años de bombardeos y operaciones terrestres, el panorama estratégico permanece obstinadamente sin cambios. La estructura central de Hamás sobrevive. Los cautivos no fueron recuperados por medios militares. Y el futuro político de Gaza no se está configurando en Tel Aviv, sino en El Cairo, Doha, Ankara y Washington. 

El mismo patrón se extiende a otros frentes de Israel. En el Líbano, Israel ataca a Hezbolá con regularidad, pero el equilibrio de disuasión sigue congelado. En Siria, Israel puede perturbar los resultados, pero no dictarlos. Incluso las acciones vinculadas a Yemen o Irán revelan la misma paradoja: Israel puede proyectar fuerza, pero no puede convertirla en influencia duradera. Israel actúa constantemente, pero logra poco. Israel es una entidad en perpetuo movimiento, pero sin destino.

Dentro de Israel, el costo de esta militarización interminable es cada vez más visible. El ejército —presentado durante mucho tiempo como la institución más disciplinada de Israel— está mostrando signos de profunda tensión psicológica. Según el Centro de Investigación e Información de la Knesset, aproximadamente 280 soldados intentaron suicidarse entre principios de 2024 y julio de 2025, y el ejército confirmó decenas de muertes desde que comenzó la guerra de Gaza. Estas tragedias reflejan un ejército empujado más allá de sus límites, al que se le pide que cargue con el peso de fracasos políticos que no puede resolver.

Las instituciones civiles no son mejores. Los hospitales operan al borde del colapso. Los servicios de salud mental están desbordados. Las escuelas luchan por funcionar. Los tribunales están medio vacíos. Los ministerios gubernamentales pierden personal experimentado más rápido de lo que pueden reemplazarlo. La clase política de Israel ha pasado años alimentando a los militares mientras mata de hambre al Estado. El resultado es un Israel que puede lanzar ataques aéreos en toda la región pero no puede mantener en pie sus propias instituciones.

La política, en lugar de ofrecer soluciones, profundiza la crisis. Las coaliciones se fracturan y se reforman sin producir dirección. Las batallas ideológicas consumen la energía necesaria para la gobernanza. La toma de decisiones se limita a un puñado de actores, no porque el sistema sea fuerte, sino porque el sistema debajo de ellos se está erosionando. Israel gobierna cada vez más mediante emergencias, no mediante políticas, y una emergencia no puede sostener a un Estado indefinidamente.

La demografía añade otra señal de advertencia. Más de 80.000 israelíes abandonaron Israel en 2024, mientras que llegaron muchos menos, lo que resultó en una pérdida migratoria neta de casi 59.000 personas. Un estado que alguna vez estuvo definido por la inmigración ahora observa a sus ciudadanos partir. La gente no abandona el lugar en el que cree. Se van cuando sienten que el futuro se está encogiendo. El éxodo refleja una verdad más profunda: la cohesión interna de Israel se está erosionando más rápido de lo que admiten sus líderes.

Diplomáticamente, el margen de maniobra de Israel se está reduciendo. El apoyo occidental es más condicional. Los actores regionales dan forma cada vez más a los acontecimientos en Gaza y más allá. El escrutinio internacional limita la libertad de acción de Israel. La fortaleza sigue en pie, pero sus cimientos ya no son firmes.

La crisis de Israel no está impulsada principalmente por enemigos externos. Está impulsado por el peso acumulado de la tensión interna: conflicto interminable, parálisis política, decadencia institucional, fragmentación social y pérdida demográfica. La guerra se ha convertido a la vez en un síntoma de este declive y en un escudo que lo oculta. Israel sigue armado y activo, pero cada vez es más incapaz de mantener la cohesión y la confianza que una vez lo definieron.

Una fortaleza puede resistir muchos asedios. Pero cuando las grietas atraviesan sus propios cimientos, el colapso no llega con un golpe dramático — llega de manera silenciosa, constante y desde adentro. La mayor amenaza para Israel no son los enemigos que nombra, sino el desmoronamiento estructural que se niega a enfrentar.


Fuente:https://www.tehrantimes.com/news/521920/Fractured-fortress-Israel-crumbling-from-within