Pensamiento del domingo 4 de abril de 2021.
"La semilla que se ha plantado en la tierra es exactamente comparable a una criatura que ponemos en un sepulcro. Cuando el Ángel del calor llega, la despierta, la acaricia y le dice: “¡Venga, ahora levántate, sal del sepulcro!” Y entonces esa vida que estaba enterrada comienza a animarse: un minúsculo tallo divide la semilla en dos y sale de la tierra, dando nacimiento a un brote que un día se convertirá en un árbol formidable. Eso es la resurrección.
Pero para resucitar, hay que abrir el sepulcro, y solo el calor abre los sepulcros. El calor, eso quiere decir el amor. El que tiene mucho amor en su corazón, un amor desinteresado y espiritual, abre el sepulcro de sus células. ¡Hay en el hombre tantas células que están en proceso de fermentar, de desintegrarse! Si, son miles de pequeños sepulcros los que hay que abrir. Mientras sus células no estén animadas, vivificadas, permanecen inactivas y el hombre no puede conocer todas las riquezas interiores que posee. Pero después de esta resurrección, después del despertar de sus células, su conciencia se expande y ya no es el mismo: a través de todo lo que siente y de todo lo que vive, se mueve en otra dimensión, la dimensión del espíritu."