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****Guerra exportada: cómo Israel convirtió a América Latina en su laboratorio silencioso****

 Por Silvina Pachelo

26 de noviembre de 2025 - 21:23

BUENOS AIRES — En un mundo cada vez más fragmentado, las exportaciones ya no se limitan a la soja, el litio o la energía. Israel, hogar de una de las industrias militares más avanzadas del planeta, exporta algo diferente: seguridad. Una palabra que, en la práctica, abarca tecnologías de vigilancia, control de población y gestión de conflictos desarrolladas en contextos de ocupación y tensión permanente. Durante décadas, empresas y consultorías israelíes han operado en toda América Latina con una presencia tan omnipresente como silenciosa. La región, marcada por profundas desigualdades, crisis institucionales y altos niveles de violencia, se ha convertido en un terreno fértil para probar herramientas originalmente diseñadas para gestionar poblaciones consideradas “riesgosas”

Lo notable no es sólo la expansión sino la lógica detrás de ella. Israel no vende dispositivos simples; exporta sistemas completos: software de monitoreo predictivo, estrategias de guerra de baja intensidad, herramientas capaces de mapear vecindarios enteros y vehículos diseñados para operaciones urbanas densas. Más que productos, vende un método: una forma de leer el territorio y categorizar a sus habitantes. La paradoja es clara. Si bien muchos gobiernos latinoamericanos condenan públicamente la ofensiva de Israel en Gaza, mantienen silenciosamente acuerdos de cooperación en seguridad, capacitación y tecnología, fortaleciendo la influencia israelí en la región.

Conflicto una metodología

La reciente creación de la Administración de Autonomía e Inteligencia Artificial del Ministerio de Defensa de Israel no marca un nuevo comienzo; profundiza un modelo que se viene gestando desde hace décadas. Israel ha convertido su entorno geopolítico —un estado de alerta constante— en una máquina de innovación perpetua donde las fronteras entre el ejército, el mundo académico y la industria casi desaparecen.

 “Israel, hogar de una de las industrias militares más avanzadas del planeta, exporta algo diferente: seguridad —palabra que, en la práctica, abarca tecnologías de vigilancia, control de población y gestión de conflictos desarrolladas en contextos de ocupación y tensión permanente”La llamada “triple hélice” funciona más como una mentalidad que como una estructura. Unidades militares como la 8200 actúan como campos de entrenamiento de élite para programadores y especialistas en datos; las empresas emergentes a menudo surgen directamente de las necesidades militares; el Estado invierte, absorbe, prueba y reinyecta tecnología en un ciclo continuo. La innovación aquí no es un valor simbólico—es un imperativo de supervivencia. Es por eso que la IA militar, las armas láser, los sistemas autónomos y la vigilancia algorítmica son parte de las políticas públicas. En Israel, la tecnología no es un lujo; es una frontera estratégica. Y las fronteras —especialmente en estados que combinan poder militar, capacidad tecnológica y ambición geopolítica— siempre deben cruzarse, ampliarse e imponerse.

La seguridad como mercancía estratégica

En este ecosistema, Israel ha convertido la seguridad en un producto geopolítico de alto valor, abriendo puertas donde la diplomacia tradicional se estanca. Muchas de sus empresas, fundadas por veteranos de unidades tecnológicas militares, venden de todo, desde entrenamiento policial hasta plataformas de vigilancia algorítmica, afirmando siempre que sus soluciones están “probadas en campo” Esa promesa, a la vez seductora e inquietante, ha convertido a Israel en el proveedor preferido de los gobiernos que buscan soluciones rápidas a conflictos sociales profundos. Lo que importan no es sólo tecnología—es un marco de pensamiento: la noción de que los problemas internos pueden tratarse como amenazas militares y que la eficiencia técnica puede reemplazar a la política.

De Gaza a América Latina

Cuando los vehículos antidisturbios Plasan Guarder llegan a los puertos de Chile, Brasil, Perú o Colombia, no llegan solos— traen toda una arquitectura de control. Diseñados originalmente para dispersar multitudes, operar en áreas densamente pobladas y actuar en escenarios de alto conflicto, estos vehículos son adquiridos por gobiernos de todo el espectro ideológico. La tecnología militar israelí tiene una cualidad singular: atrae a cualquier régimen que enmarque la seguridad como un orden impuesto por encima de todo. El problema no es la adquisición sino el uso. En varios países, estos vehículos —junto con rifles Arad y armas de fuego IWI— se despliegan bajo la bandera de “seguridad pública”, pero su presencia es principalmente represiva y tiene como objetivo a poblaciones vulnerables. En Brasil, entran a las favelas bajo la legitimidad del miedo;en contextos donde la violencia estatal se ejerce desproporcionadamente contra jóvenes pobres, comunidades negras y migrantes. La lógica es idéntica a la que se aplica en los territorios ocupados: la geografía cambia, el mecanismo de control no.

En Argentina, el presidente Javier Milei ha manifestado su intención de sustituir armas tradicionales como el FAL por modelos Arad e IWI. No es coincidencia: Israel exporta herramientas desarrolladas donde la excepción es la norma y encuentran una rápida adopción en países que gestionan sus propias “zonas de sacrificio”

Elbit Systems: El imperio discreto

Elbit Systems ocupa un papel casi filosófico: un laboratorio donde la guerra se convierte en software. Su catálogo no es sólo de armas—es una infraestructura de visión y control. Los drones patrullan sin pilotos; los sistemas C4I organizan los campos de batalla como diagramas; las radios y sensores cifrados traducen el mundo en datos. América Latina no es su mercado más grande, pero es estratégicamente vital. Contratos multimillonarios para modernización militar, drones Hermes monitoreando fronteras, sistemas de ciberseguridad en Chile, Brasil y Colombia, y el reciente despliegue de artillería PULS en Perú con producción local ilustran una presencia más allá de las simples ventas. Elbit no vende armas: vende dependencia tecnológica, una relación continua de actualizaciones, mantenimiento, interoperabilidad y asesoramiento. No entrega las armas—se inserta en la institución,Dar forma a la capacidad operativa y a la cultura de seguridad.

 “Elbit no vende armas: vende dependencia tecnológica, una relación continua de actualizaciones, mantenimiento, interoperabilidad y asesoramiento.”En su última presentación de resultados, Elbit mostró cómo sus sistemas son ampliamente utilizados por el ejército israelí, probados en Gaza—, un duro recordatorio de que estas tecnologías surgen en contextos de ocupación y represión antes de ser exportadas.

La larga sombra de los experimentos

Si hay un país que ilustra la profunda integración de Israel en las estructuras estatales, ese es Guatemala. En la década de 1980, durante la guerra sucia respaldada por Estados Unidos, Israel entrenó fuerzas militares y policiales, vendió armas, brindó apoyo consultivo y construyó redes que sobrevivieron a los Acuerdos de Paz. Guatemala se convirtió en un laboratorio político y tecnológico, modelo que luego se extendió a México y la frontera entre Estados Unidos y México, donde migrantes pobres e indígenas navegan por un paisaje securitizado equipado con tecnologías originalmente diseñadas para controlar a los palestinos: sensores, cámaras, algoritmos, gases lacrimógenos y entrenamiento táctico.

En Ecuador, los vehículos blindados israelíes MDT David están integrados en la narrativa del gobierno de una “guerra interna” contra el crimen. Su uso más notable, sin embargo, ocurrió fuera de un conflicto activo: violar la embajada de México en Quito y desplegar la fuerza para capturar al ex vicepresidente Jorge Glas —un evento cuyo impacto diplomático aún resuena. La alianza del presidente Daniel Noboa con Israel profundiza esta trayectoria: cooperación militar, intercambio de inteligencia, transferencia de tecnología y alineación estratégica. En Argentina, el presidente Javier Milei ha avanzado en acuerdos que abarcan ciberdefensa, drones, vigilancia fronteriza, armas ligeras, seminarios conjuntos, contratos G2G y comunicaciones por satélite. Milei no se limita a adoptar la tecnología israelí: adopta su imaginación de seguridad, su gramática del enemigo interno y su lógica geopolítica de control.

La exportación más peligrosa: la vigilancia total

Entre todas las exportaciones, ninguna es tan alarmante como Pegasus, el software de NSO Group que convierte cualquier teléfono en un informante total. Su uso ha sido documentado en México y otros países de la región. Pegaso inaugura una forma de dominación sin cuerpo: observa, registra, archiva, anticipa. En el siglo XXI, gran parte de América Latina existe bajo la mirada de sistemas invisibles, controlados sin siquiera darse cuenta.


*Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente las del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial del Tehran Times’.


Fuente:https://www.tehrantimes.com/news/520892/Exported-war-How-Israel-turned-Latin-America-into-its-silen