"El discípulo debe tener como ideal acercase cada vez más al Verbo de Dios. La primera regla para lograrlo, es decidir no reprochar más, no calumniar más sino dominar su lengua diciéndose: “Si me dejo llevar, nunca poseeré la verdadera fuerza del Verbo. Así pues, debo prestar atención”.
Durante un día ¡qué es lo que no decimos! Lanzamos palabras aquí y allá, a la ligera, pensando que si nos hemos equivocado o hemos ido demasiado lejos, bastarán unas pocas palabras para repararlo. No, no conocemos el itinerario de una palabra, las regiones que atraviesa, los daños que produce. E incluso si intentamos reparar esos daños, es muy difícil, porque entretanto, otras capas se han superpuesto, y es difícil atravesarlas para alcanzar el lugar donde se ha hecho el mal. No nos imaginemos que basta con reparar el mal causado con palabras de excusa o pagando “daños y perjuicios”. Ante los humanos, puede ser, está reparado; pero ante las leyes astrales, ante las leyes cósmicas, no ha sido reparado. "
Fuente:
http://www.prosveta.com
22 de julio del 2020