El ‘siglo de la humillación’ de Europa fue inaugurado oficialmente. Lo hizo el presidente electo de EEUU, Donald Trump, al reiterar sus pretensiones sobre Groenlandia en un tono de máximo desprecio e irrespeto hacia su dueño. Aparte de cuestionar el derecho legal de Dinamarca sobre la isla, insistió en que, aunque lo tuviera, debería desistir de él. La razón es muy sencilla: EEUU necesita a Groenlandia. Y si Dinamarca no atiende su deseo, afrontará consecuencias como tarifas aduaneras draconianas, amenazó Donald Trump.
El descaro del estadounidense tiene su explicación. El Viejo Continente prácticamente se ha quedado sin aliados y socios alternativos a la potencia norteamericana, una dependencia que crece en progresión geométrica. Todo apunta a que el caso de Groenlandia es tan solo el comienzo: Europa debería acostumbrarse a que, de aquí en adelante, se le tratará así o peor. Era de esperarse que, más tarde o más temprano, EEUU se aprovecharía de la debilidad de Europa. Ella se ha metido a sí misma, y también con ‘ayuda’ de Washington, en un callejón sin salida.