Pensamiento del miércoles 10 de agosto de 2016.
"Está escrito en el libro del Génesis que Dios creó al hombre a su imagen. Pero ¿cómo precisar dónde acaba el hombre y dónde empieza la Divinidad en él? Es imposible. La naturaleza humana y la naturaleza divina están tan estrechamente ligadas, entrelazadas la una en la otra, que no pueden ser delimitadas. La Divinidad habita en todos los humanos, tanto en los Iniciados como en los seres más ordinarios. La diferencia entre ellos está sólo en la conciencia. Aquellos que no consiguen alcanzar, a sentir que la Divinidad habita en ellos, impiden que ésta pueda manifestarse. Así sucede con los seres, con los lugares que están privados de la presencia divina, porque no la reciben, no la aceptan.
Dios existe en cada uno de nosotros y quiere revelarse en toda su plenitud, su belleza, su poder, su luz, su amor. Pero somos nosotros primero quienes debemos tomar conciencia de esta presencia para permitirle revelarse y actuar."
"Está escrito en el libro del Génesis que Dios creó al hombre a su imagen. Pero ¿cómo precisar dónde acaba el hombre y dónde empieza la Divinidad en él? Es imposible. La naturaleza humana y la naturaleza divina están tan estrechamente ligadas, entrelazadas la una en la otra, que no pueden ser delimitadas. La Divinidad habita en todos los humanos, tanto en los Iniciados como en los seres más ordinarios. La diferencia entre ellos está sólo en la conciencia. Aquellos que no consiguen alcanzar, a sentir que la Divinidad habita en ellos, impiden que ésta pueda manifestarse. Así sucede con los seres, con los lugares que están privados de la presencia divina, porque no la reciben, no la aceptan.
Dios existe en cada uno de nosotros y quiere revelarse en toda su plenitud, su belleza, su poder, su luz, su amor. Pero somos nosotros primero quienes debemos tomar conciencia de esta presencia para permitirle revelarse y actuar."